viernes, 8 de febrero de 2008

BAJAR HACIA EL COCODRILO

Estoy con dos amigas, una de ellas es Edna, la otra no lo sé, creo que Zoila o Claudia. Estamos en una especie de cuarto y debemos descender, para llegar a otro. Sin embargo, en el primero hay un cocodrilo. No es muy grande, pero se ve bravo. Mi madre y una tía están abajo; nos exhortan a saltar, y pasar rápidamente hasta la segunda habitación. El nivel del agua es mínimo, de modo que podríamos pasar casi caminando. Mis parientas cuentan "1,2...3" para que saltemos, pero no nos atrevemos a hacerlo. Dos primas preescolares juegan cerca del cocodrilo, a pesar de lo cual mis amigas y yo no bajamos.
Ahora el cocodrilo es de cartón, está hecho como de cajas con lucecitas de colores, sólo se mueve mecánicamente hacia adelante, hacia atrás, hacia adelante. Le digo a mi tía que el animal no es de verdad, y contesta: "no, pero muerde fuerte."

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Jajajaja. ¡Qué sabia tu tía!; a veces las cosas irreales (sobre todo si ostentan lucecitas) son las que muerden más fuerte. Me sorprende muchísimo la vastedad tropical de tu inconsciente. Yo me duermo y... hasta el día siguiente. Quizás por eso me dé mis toques de fantasía en los muchos libros. Un abrazo.

PD La palabra onírica es una pesadilla para los correctores de pruebas... En una ocasión mi hermana mayor debía dar un discurso que iniciaba: ¡Silencio, camaradas! Un tío burlón la "corregía" durante los ensayos: ¡Silencio, caras miadas! Mi pobre madre estaba muy procupada del efecto de esa "corrección" sobre el discurso real... Mi hermana pasó la brueba.

Livi Jazmín dijo...

¡Ay, alguien lee mis sueños (o por lo menos uno)! Qué alegría, pues ya sabe, uno está muy solo en esas tierras del sueño. Más que vastedad tropical, ésta es una vastedad zoológica. Y eso que no escribo todos. La bitácora completa está en un documento de word. Saludos.

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Con mi baja estatura pierdo glamour, pero gano simpatía. Me alegro con facilidad: "sí, sí, sí, yo quiero mambo, mambo". Soy una persona agridulce. Me gusta el mar y cualquier agua clara o verdeazul en la que pueda zambullirme. Mi escritor favorito es Italo Calvino, de quien aprendí que, en medio de la mezquindad, un impulso de amor general puede originar un universo.