Camino sola por una enorme plaza, rodeada por edificios blancos y antiguos; recuerdo vagamente la escultura de un caballo y un jinete. Anochece. Hace frío. Levanto la vista, el cielo es hermoso, estrellado y con nubes que parecen brochazos blancos sobre el añil; me siento feliz. Creo que voy a visitar a mi mejor amiga, pero no sé en qué dirección debo caminar, pues las cuatro esquinas de la plaza son muy parecidas.

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