Tres personas estamos patinando en el mismo sitio. Un ciego con lentes, un chico cuyo rostro no recuerdo y yo. Es un día soleado. El piso es rojo y lleno de ondas. El ciego está muy contento, pero me preocupa que se caiga, entonces le digo que el piso no es parejo y que se incline un poco hacia adelante, para no perder el equilibrio. Él ríe, aun cuando parece que caerá. De pronto se recuesta, pero sigue sobre ruedas. Se hace pequeño, cada vez más pequeño, de modo que sólo queda su cara sonriente y sus lentes. Al final, se convierte en cuatro latas de refresco.

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