jueves, 19 de junio de 2008

EL CIEGO QUE SE CONVIRTIÓ EN LATAS DE REFRESCO

Tres personas estamos patinando en el mismo sitio. Un ciego con lentes, un chico cuyo rostro no recuerdo y yo. Es un día soleado. El piso es rojo y lleno de ondas. El ciego está muy contento, pero me preocupa que se caiga, entonces le digo que el piso no es parejo y que se incline un poco hacia adelante, para no perder el equilibrio. Él ríe, aun cuando parece que caerá. De pronto se recuesta, pero sigue sobre ruedas. Se hace pequeño, cada vez más pequeño, de modo que sólo queda su cara sonriente y sus lentes. Al final, se convierte en cuatro latas de refresco.

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Con mi baja estatura pierdo glamour, pero gano simpatía. Me alegro con facilidad: "sí, sí, sí, yo quiero mambo, mambo". Soy una persona agridulce. Me gusta el mar y cualquier agua clara o verdeazul en la que pueda zambullirme. Mi escritor favorito es Italo Calvino, de quien aprendí que, en medio de la mezquindad, un impulso de amor general puede originar un universo.