Hay rascacielos cercanos entre sí. Ana y yo estamos a la altura de los últimos pisos, dentro de un elevador, que es un helicóptero idéntico a los de las ferias infantiles. Oprimimos todos los botones, de modo que subimos, bajamos, giramos, subimos y reímos, reímos mucho, hasta que un policía nos saca de ahí; después de lo cual seguimos riendo.

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