viernes, 15 de agosto de 2008

AGUA CLARA

Mis papás se han mudado juntos a la playa. Su casa es amplia y lujosa. Papá no está, pero mamá me muestra el lugar. El agua se encuentra treinta centímetros abajo de la puerta de entrada, lo cual me parece muy peligroso, pues la casa puede inundarse; sin embargo, esto no parece preocupar a mi mamá. En la puerta trasera el nivel del agua es distinto; sí hay una distancia adecuada entre la casa y el mar. Mi mamá dice que aquello es una alberca comunitaria; veo que el agua es marina, bordeada por una barda, y que mucha gente nada contenta ahí.
El día es soleado. Quiero lanzarme al agua; ahora, como siempre, tengo miedo de que haya algún animal que pueda morderme; pero desde la plataforma en la que estoy veo que el agua es demasiado clara, como para que hubiese un animal sin ser visto. No resisto la tentación: me aviento, pero mi clavado es lento, lo mismo que mi braceo; eso me desespera un poco. Abro los ojos bajo el agua, veo el fondo, porque es muy clara; no hay más que arena. Me siento bien.

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Con mi baja estatura pierdo glamour, pero gano simpatía. Me alegro con facilidad: "sí, sí, sí, yo quiero mambo, mambo". Soy una persona agridulce. Me gusta el mar y cualquier agua clara o verdeazul en la que pueda zambullirme. Mi escritor favorito es Italo Calvino, de quien aprendí que, en medio de la mezquindad, un impulso de amor general puede originar un universo.