Junto con otros turistas, una prima y yo damos un paseo en algo que parece un submarino, pero que navega encima del agua. El agua es azul, casi blanca. A lo lejos, vemos una especie de isla pequeña, de piedra blanca y brillante; la señalamos, como diciendo: “mira eso”, asombradas. Después, una especie de pata o brazo inmenso, que parece de la misma materia que la isla, surge del agua y toma nuestro vehículo acuático, como si fuese a hundirlo. No siento miedo, es una experiencia fascinante, el encuentro con lo fantástico. Ahora estamos nadando; es grande la distancia para llegar a la orilla y hay cierta corriente que dificulta el nado; a pesar de esto, yo lo hago con fuerza, contenta, sin miedo; tengo la impresión de que guío a mi prima.
Por las imágenes, por mi emoción y a la vez mi tranquilidad durante el sueño, éste me parece muy agradable.
